EL
AVION
Todos
los amores se encuentran en Ella reunidos,
Y
ningún enamorado puede ver en Ella otra cosa que pasión.
(Poema del camino
espiritual)
Ibn
al- Farid
(1181-1235)
Según
las noticias de aquella madrugada el día se presentaba caluroso. Tal
vez fuera así, pero en aquel momento llegó a sentir frío. Eran las
cuatro y media de la mañana cuando se levantó. A veces se levantaba
temprano , pero no recordaba haberlo hecho tan temprano en mucho
tiempo. Tenía que tomar un avión que en menos de una hora lo
llevaría al lugar previsto. Pero era lo de siempre, los prolegómenos
llevaban más tiempo que el verdadero viaje. Era algo que le ponía
de los nervios. Siempre consideraba si no habría un genio que fuera
capaz de mandar a la gente por fax o por fotografía tipo
videoconferencia al lugar deseado. Sería un descubrimiento genial.
¡Cuántos sudores se ahorrarían!
Pero,
¿qué se le iba a hacer? Así era la vida y así había que
aceptarla. Quizás fuera lo mejor, de otra manera tal vez todo fuera
demasiado mecánico, y no habría posibilidad de recordar los malos
momentos convirtiéndolos en buenos .
Se
levantó. Extrañamente tenía bastante apetito. Tostadas, café,
yogurt y alguna que otra cosa. Casi pudiera decirse que era
demasiado. Se lo comió todo. Preparó el poco equipaje que llevaría
y después de tomarse las medicinas para la tensión, salió a la
calle.
Era
uno de esos días puente de aquel largo descanso. Aunque habría
alguna gente que iría a trabajar, la mayoría se veía que iba de
viaje, que regresaba a casa después de una noche de alcohol y
torrentera, buenos tientos que hacían que el cansancio rebosara por
los poros de los ojos.
Iba
a tomar un avión. De pronto lo vio estellado contra el suelo, a
guisa de tren descarrilado y convertido en un acordeón. Lo que era
un acto de amor, transportar a las personas a su lugar de trabajo, se
había convertido en un gatilllazo, en una vergüenza, en una muerte
sin conciencia de la que se tardaría tiempo en lograr la
recuperación.
En
el tren empezó a sentirse mal. Era temor, pánico al gatillazo, a no
saber cómo afrontar ese viaje que se le venía encima. La tensión
del cuello y de los hombros empezó a bajar. Parecía una caida de la
misma a niveles incontrolables por la persona. Se agarró a uno de
los barrotes del tren y comenzó a respirar profundamente, en un
intento poco claro de calmarse. Medio lo consiguió. Incluso pensó
en volver a casa y mandarlo todo al carajo. No importaba, un viaje
más o menos no iba a cambiar en nada el rumbo de su vida. Pero no,
no podía volverse atrás. Tenía que llegar hasta el final como
fuera, aunque después de todo el mundo se riyera de él en sus
propias narices.
Había
que cambiar de estrategia como se cambia de tren. Al hacerlo era como
si todo hubiera empezado a ir mejor. A pesar de la excitación
interior se sentía tranquilo. Ya empezaba a dominar la situación en
los mismos prolegómenos. El tren tomó la recta final hacia el
aeropuerto. Si lograba llegar a él sin haberse desmayado, se podría
decir que había vencido. Y venció. Se venció a sí mismo. Cuando
estaba en el aeropuerto era como si toda la angustia hubiera pasado a
mejor vida.
No
sabía cómo explicar la situación. Descompensación de tensión,
descompesación térmica, sueño atrasado o simplemente miedo.
Siempre que iba a empezar algo, siempre que se enfrentaba a algún
reto o simplemente a alguna novedad, sudaba ríos de sangre. Pero eso
duraba hasta que empezaba lo que tenía que hacer. Después era el
más valiente del mundo o el cuerpo no le traicionaba.
Terminado
el papeleo lo único que quedaba era embarcar. Hacía tiempo que no
montaba en un aparato tan trepidante como aquel. Penetró por la
puerta indicada. Una señorita empezó a pedirle que se quitara los
zapatos, que sacara las cosas de los bolsillos, que si podía tocarle
con el aparato detector de metales, supuso, que si podía tocarle con
las manos.
No
se opuso a nada. Oponerse hubiera supuesto una reacción policial de
lo más sospechoso. Eso sí, por su mente, mientras se reía para su
capote, pensó que la hubiera dejado que lo desnudara y después que
hubiera hecho con él lo que quisiera. La criatura merecía el
manoseo. Menos mal que la pistola no se disparó. Por dentro
reventaba de risa. Tras lo atentados de las torres erectas, ese era
el nuevo método. La vida, cada día nacían nuevas costumbres.
El
avión era de una compañía puntera, aunque en los últimos tiempos
aparecía un día sí y otro no entre las noticias de incidentes o
mal funcionamiento. Era como esos cuerpos que siempre están bien,
pero que a cierta edad ya no pueden mantener ni el movimiento , ni el
deseo, ni la juventud de antaño.
¿Eran
esos rumores constantes o era simplemente la hora? Iba casi vacío.
Como para acostarse sin ningún problema hasta llegar al destino.
Respiró
profundamente mientras el avión ascendía y ascendía. Y era como si
su tensión ascendiese también. Llegado a la altura de crucero, se
veía bordeando la costa del país.
De
pronto se le vino el primer verso de un antiguo poema a la memoria:
Quise encontrarte por las ensenadas de tu cuerpo. Sí, la tierra que
veía desde aquella altura se le presentó como un cuerpo tendido,
espléndido, sugerente, de mujer madura y hermosa. La cabeza al
norte, los pies al sur y hacia el mediodía del tronco, las ensenadas
de la vida.
Costeó
el avión las hermosas líneas del país. Entrantes y salientes,
ríos, bosques y selvas de casas bordeaban algunos puntos
celulíticos, pero no importaba. La luz de la mañana recortaba la
figura dándoles esencias de abundancia.
En
el centro de los macizos rocosos dos montes níveos como mármol
cincelado. Era como si los valles del pecho femenino fueran los de
una mujer de nieve. La láctea sonrisa de los mismos volaba con la
agitación del pecho. La nieve se levantaba en oleadas de viento.
El
vientre era puro músculo montañoso. Puntos negros, pecas verdosas
de bosques ascendiendo y descendiendo entre los montículos de las
cordilleras.
Hacia
unos de los muslos del país mujer, la flor de la exposición
internacional. La exposición del amor a la naturaleza, a esa
naturaleza que es la vida de todo lo que hay, ha habido y habrá.
Naturaleza para procrear y disfrutar, sin trabas ni permisos. Vida a
borbotones.
Hacia
el oeste la tierra lanzaba una de sus extremidades , mientras la otra
lo hacía hacia el sureste. En la intercesión , en las coordenadas
en que una y otra se cruzaban , un mar interior se dirigía hacia el
oculto aeropuerto recien construido. En la profundidad de la
ensenada, llegando de frente, se penetraba en la plataforma que
recibía a los seres que venían de otras tierras.
El
avión llegaba. Desde la cabina de mandos, una cámara señalaba
mediante transmisión televisiva el punto exacto en el que la punta
de la gran máquina tocaría el punto “G”. Cuando el avión tocó
aquel punto, una gran agitación se produjo entre los tripulantes.
Habían llegado. Habían alcanzado el placer de llegar, el clímax en
la tensión. Relajación general. Ya era hora de salir del avión.
Gritó,
gritó de alegría. Por fin....., miró a su alrededor. ¿Qué es
esto? Sí, sí, ya entiendo, el rumor de las identificaciones. El
espejismo lo había provocado una frase que la tarde anterior había
escuchado a alguien con quien hacía mucho tiempo que no hablaba.
¡Mientras contemples mi figura no te desvanecerás!
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