jueves, 22 de marzo de 2018

EL AVION

EL AVION

Todos los amores se encuentran en Ella reunidos,
Y ningún enamorado puede ver en Ella otra cosa que pasión.
(Poema del camino espiritual)
Ibn al- Farid (1181-1235)
Según las noticias de aquella madrugada el día se presentaba caluroso. Tal vez fuera así, pero en aquel momento llegó a sentir frío. Eran las cuatro y media de la mañana cuando se levantó. A veces se levantaba temprano , pero no recordaba haberlo hecho tan temprano en mucho tiempo. Tenía que tomar un avión que en menos de una hora lo llevaría al lugar previsto. Pero era lo de siempre, los prolegómenos llevaban más tiempo que el verdadero viaje. Era algo que le ponía de los nervios. Siempre consideraba si no habría un genio que fuera capaz de mandar a la gente por fax o por fotografía tipo videoconferencia al lugar deseado. Sería un descubrimiento genial. ¡Cuántos sudores se ahorrarían!
Pero, ¿qué se le iba a hacer? Así era la vida y así había que aceptarla. Quizás fuera lo mejor, de otra manera tal vez todo fuera demasiado mecánico, y no habría posibilidad de recordar los malos momentos convirtiéndolos en buenos .
Se levantó. Extrañamente tenía bastante apetito. Tostadas, café, yogurt y alguna que otra cosa. Casi pudiera decirse que era demasiado. Se lo comió todo. Preparó el poco equipaje que llevaría y después de tomarse las medicinas para la tensión, salió a la calle.
Era uno de esos días puente de aquel largo descanso. Aunque habría alguna gente que iría a trabajar, la mayoría se veía que iba de viaje, que regresaba a casa después de una noche de alcohol y torrentera, buenos tientos que hacían que el cansancio rebosara por los poros de los ojos.
Iba a tomar un avión. De pronto lo vio estellado contra el suelo, a guisa de tren descarrilado y convertido en un acordeón. Lo que era un acto de amor, transportar a las personas a su lugar de trabajo, se había convertido en un gatilllazo, en una vergüenza, en una muerte sin conciencia de la que se tardaría tiempo en lograr la recuperación.
En el tren empezó a sentirse mal. Era temor, pánico al gatillazo, a no saber cómo afrontar ese viaje que se le venía encima. La tensión del cuello y de los hombros empezó a bajar. Parecía una caida de la misma a niveles incontrolables por la persona. Se agarró a uno de los barrotes del tren y comenzó a respirar profundamente, en un intento poco claro de calmarse. Medio lo consiguió. Incluso pensó en volver a casa y mandarlo todo al carajo. No importaba, un viaje más o menos no iba a cambiar en nada el rumbo de su vida. Pero no, no podía volverse atrás. Tenía que llegar hasta el final como fuera, aunque después de todo el mundo se riyera de él en sus propias narices.
Había que cambiar de estrategia como se cambia de tren. Al hacerlo era como si todo hubiera empezado a ir mejor. A pesar de la excitación interior se sentía tranquilo. Ya empezaba a dominar la situación en los mismos prolegómenos. El tren tomó la recta final hacia el aeropuerto. Si lograba llegar a él sin haberse desmayado, se podría decir que había vencido. Y venció. Se venció a sí mismo. Cuando estaba en el aeropuerto era como si toda la angustia hubiera pasado a mejor vida.
No sabía cómo explicar la situación. Descompensación de tensión, descompesación térmica, sueño atrasado o simplemente miedo. Siempre que iba a empezar algo, siempre que se enfrentaba a algún reto o simplemente a alguna novedad, sudaba ríos de sangre. Pero eso duraba hasta que empezaba lo que tenía que hacer. Después era el más valiente del mundo o el cuerpo no le traicionaba.
Terminado el papeleo lo único que quedaba era embarcar. Hacía tiempo que no montaba en un aparato tan trepidante como aquel. Penetró por la puerta indicada. Una señorita empezó a pedirle que se quitara los zapatos, que sacara las cosas de los bolsillos, que si podía tocarle con el aparato detector de metales, supuso, que si podía tocarle con las manos.
No se opuso a nada. Oponerse hubiera supuesto una reacción policial de lo más sospechoso. Eso sí, por su mente, mientras se reía para su capote, pensó que la hubiera dejado que lo desnudara y después que hubiera hecho con él lo que quisiera. La criatura merecía el manoseo. Menos mal que la pistola no se disparó. Por dentro reventaba de risa. Tras lo atentados de las torres erectas, ese era el nuevo método. La vida, cada día nacían nuevas costumbres.
El avión era de una compañía puntera, aunque en los últimos tiempos aparecía un día sí y otro no entre las noticias de incidentes o mal funcionamiento. Era como esos cuerpos que siempre están bien, pero que a cierta edad ya no pueden mantener ni el movimiento , ni el deseo, ni la juventud de antaño.
¿Eran esos rumores constantes o era simplemente la hora? Iba casi vacío. Como para acostarse sin ningún problema hasta llegar al destino.
Respiró profundamente mientras el avión ascendía y ascendía. Y era como si su tensión ascendiese también. Llegado a la altura de crucero, se veía bordeando la costa del país.
De pronto se le vino el primer verso de un antiguo poema a la memoria: Quise encontrarte por las ensenadas de tu cuerpo. Sí, la tierra que veía desde aquella altura se le presentó como un cuerpo tendido, espléndido, sugerente, de mujer madura y hermosa. La cabeza al norte, los pies al sur y hacia el mediodía del tronco, las ensenadas de la vida.
Costeó el avión las hermosas líneas del país. Entrantes y salientes, ríos, bosques y selvas de casas bordeaban algunos puntos celulíticos, pero no importaba. La luz de la mañana recortaba la figura dándoles esencias de abundancia.
En el centro de los macizos rocosos dos montes níveos como mármol cincelado. Era como si los valles del pecho femenino fueran los de una mujer de nieve. La láctea sonrisa de los mismos volaba con la agitación del pecho. La nieve se levantaba en oleadas de viento.
El vientre era puro músculo montañoso. Puntos negros, pecas verdosas de bosques ascendiendo y descendiendo entre los montículos de las cordilleras.
Hacia unos de los muslos del país mujer, la flor de la exposición internacional. La exposición del amor a la naturaleza, a esa naturaleza que es la vida de todo lo que hay, ha habido y habrá. Naturaleza para procrear y disfrutar, sin trabas ni permisos. Vida a borbotones.
Hacia el oeste la tierra lanzaba una de sus extremidades , mientras la otra lo hacía hacia el sureste. En la intercesión , en las coordenadas en que una y otra se cruzaban , un mar interior se dirigía hacia el oculto aeropuerto recien construido. En la profundidad de la ensenada, llegando de frente, se penetraba en la plataforma que recibía a los seres que venían de otras tierras.
El avión llegaba. Desde la cabina de mandos, una cámara señalaba mediante transmisión televisiva el punto exacto en el que la punta de la gran máquina tocaría el punto “G”. Cuando el avión tocó aquel punto, una gran agitación se produjo entre los tripulantes. Habían llegado. Habían alcanzado el placer de llegar, el clímax en la tensión. Relajación general. Ya era hora de salir del avión.

Gritó, gritó de alegría. Por fin....., miró a su alrededor. ¿Qué es esto? Sí, sí, ya entiendo, el rumor de las identificaciones. El espejismo lo había provocado una frase que la tarde anterior había escuchado a alguien con quien hacía mucho tiempo que no hablaba. ¡Mientras contemples mi figura no te desvanecerás!       

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