lunes, 12 de febrero de 2018

CARCEL DE LA FELICIDAD

CARCEL DE LA FELICIDAD

Hoy me miro en el espejo
De la vida
Me veo con la profundidad
Del rayo
Y busco en lo más oculto
De mis ojos
La mirada de los ojos
Tuyos
Tú dirás, amor,
Que me acobarda
La vida y su tormento
No es la vida
Lo que me asusta
Sino este amor tan desmedido
Que buscando en tus ojos
Me pregunto
Si todo esto que vivimos
Es cierto
No es mi cobardía
Lo que me asusta
Sino tu valor descontrolado
Rompes las amarguras
Que nos atan
Para saltar
Al olvido de la muerte
Es sólo una vez
La que vivimos
O nos estamos cavando
Una tumba
Al otro lado del infierno
Es la duda y nada más
Que duda
Que no es duda de amor
Lo que yo siento
Es la duda del pan
De cada día
Que nadie a tí
Te exigirá
Porque a pesar de los pesares
La ley no exige responsabilidad
Y al final me carga con el muerto
Que alguien afirme que miento
Porque el amor, amor,
No se sustenta
Sólo sobre palabras
O sobre el lecho
Buenos dardos llevo clavados
Cuando desfallecen
Los números
En la cartilla
Promoción del hombre
Te dirán
Esclavitud y no más
A la serpiente que encadena
Quién ha visto, amor,
En esta vida,
Un amor desinteresado...
Pregúntale al fondo
Oculto de la vida
Y obtendrás la respuesta
A mis dudas
¿Es imposible seguir
así mientras nos quede
un aliento, un suspiro?


Trocito de tu cuerpo
Yo quisiera
Pegado hoy a mi costado
En esta soledad
Del alma que me invade
Que tus palabras fueran
El perfume
Que disipa mi dolor
Incontestable
Que la vida no fuera
Tan dura con nosotros
Ahora que entramos
En el otoño de la vida
Y que Dios se callara
De una vez
Y los hombres olvidaran
La absurda entidad
De sus leyes....
Quisiera tantas cosas
Para darte...
Pero sólo puedo ofrecerte
Tiempo de espera
Antes de la muerte.

MONOAWARE

Se recogieron las alas del tiempo en las manos enlazadas.
Hacía más de veinticinco años que había leido los poemas
Del Monoaware. Algo que en aquel momento no comprendió
Muy bien, pero que se le había quedado prendido en las ramas
Del corazón.
Ahora, allí, ante la estátua de aquel poeta que leyera
Hacía tanto tiempo, un soplo de vida recorría sus venas.
¿Había vivido? ¿O sólo había pasado por la vida como pájaro a flor de piel? Ahora, cuando las hojas empezaban a caer,
sentía que algo se había clavado en el corazón. Algo que era verdad, que era puro pero que no sabía si le permitiría volver a revivir, recuperar
el tiempo perdido.
Los recuerdos se mezclaban en su mente, en las alas del corazón.
Una lágrima de dolor, de tristeza, asomó a sus ojos.
Monoaware, tristeza de vivir, o alegría de vivir. El poeta miraba al
Hombre, el hombre miraba a la amada, salida de un cuadro de
Hacía cien o doscientos años.
El tiempo, el devenir del río de la vida, salvava la vida de sus más oscuras
Penalidades. Pasara lo que pasara, los huecos del corazón
Empezaban a estar llenos.

PERFUME A SANDIA

Las estaciones del tren eran el pan nuestro de cada día. Antes o después, salvo que se tuviera gripe y se tuviera que estar encamado, había que pasar por la estación. A veces significaba el único pasadizo existente para ir al otro lado de las vías para hacer la compra.
Era ya tarde. Necesitaba comprar algo. No lo dudó y salió de casa. En una noche de verano calurosa como aquella, era mucha la gente que se encontraba en la entrada de la estación.
Junto al puesto de policía había una ambulancia. En las escaleras, no las de patio de Monipodio, los jóvenes chillaban embriagados de alcohol y ocio. Gente que en estado normal era más muda que la pared de un cementerio, con una copa en el cuerpo se pasaba de la raya.
Un jovencito, peludo y medio pirao, tenía a otro con la mano por el cuello. No se podía dilucidar si le hablaba en voz alta porque el otro estaba borracho o porque estaba sordo. Graciosa estampa. Sin embargo, tan modositos, le estampó un beso en los labios que parecía querer comérselo. ¿Simple borrachera o deseos reprimidos aflorando de la mano de Baco?
Terminó de subir las escaleras al tiempo que se cruzaba con un tropel de gente. Había gente occidental por aquellos derroteros. Se cruzó con dos mujeres jóvenes y un hombre. Una de ellas era más bien alta, la otra un poco baja y rechoncha, como sandía.
No supo explicarse el perfume que sintió desprenderse de la chica. ¿Era porque había pensado en una sandía o era, simplemente, porque olía realmente a sandía? Durante un buen rato estuvo aturdido.
Era la primera vez que le ocurría. Habían pasado por su lado mujeres con perfume a pescado, otras con sudor a rancio del trabajo y no poder ducharse en dos o tres días. Había olido esencias de flores, de frutas. Pasiones perfumadas que deshacían las defensas masculinas. Pero nunca había pasado por su nariz el perfume a sandía de una mujer.
Aquel perfume tan especial le llevó a otros perfumes enlazados en su mente con cara de mujer y pasiones amorosas. El delirante y exótico olor a higo con su gota de miel, el melocotón con su piel de niño. Le atraía la imagen de un trasero recóndito, hermoso, apetitoso, que con sólo rozarlo hacía gemir a las piedras. La fresa con su nata. Recordaba aquellas fresas con nata granadina que le tuvieron loco durante un largo tiempo. Y tantos otros, que se confundían dentro de sí. El pollo con curry con arroz a lo mismo. Un pollito lindo, ternito, de masticar delicioso. La pierna de cordero, al romero con vino criado en barrica de roble o castaño.
Se le fue la mente hacia las bulbas lujuriosas de las ostras con limón y champán. Aquel día en que se comió una docena de ostras y daba sorbos a la copa... Inolvidable. La succión de las ostras hacía gemir de placer a su compañera que reía y lloraba al mismo tiempo.
No había visto nunca a una persona tan placenteramente alegre viendo a otra comer. Y también recordó las frutas. Las manzanas redondas, peras apetitosas como capullitos de alhelí, y aquel revoltijo, aquella macedonia de frutas en la que se bañaron una vez su amiga y él. No sabían dónde acudir para morder, para masticar. Macedonia en almíbar y terminaron la cena con una copa de licor de café...
  • ¿Qué desea?
  • ¿Ah?
  • ¿Que qué desea?
El dependiente le despertó de tan agradables recuerdos...
  • Una sandía.
  • Grande, pequeña o mediana...
  • Grande, grande....


Lejos de tu presencia
Cerca de tu corazón
Aunque el mundo se hunda
Siempre triunfa el amor.
Tal vez nunca se lave
Tu ropita con la mía
Tal vez yo no me salve
De mi ingrata cobardía
Puede ser que no entiendas
Mis extrañas reacciones
Pero te juro mi vida
Que estás en los cangilones
Que riegan el corazón mío.



Despertar a la luz abierta de tus ojos
Y encontrar la muerte entre las rejas
Dolor que me aprisiona
Demonio que domina
El cuerpo y la conciencia
Yo quiero echaros de mi esencia
Como el torrente expele sus destrozos
Este deseo de muerte y desesperación
De querer y no poder
De movimiento clavado hacia la tierra
Está matando la poca vida que me queda
Señor de la vida y de la muerte
Mándame un rayo que fulmine
El deseo, la ilusión,
El apetito insaciable de lo que tanto adoro
Mándame un rayo y empezaré a creerte.



Llevaba una semana de encierro. Una semana de soledad, enfermedad, comer, dormir, soñar. Nadie o casi nadie se le había acercado. Al parecer su estado era grave. A pesar de que el cuerpo estaba magullado y dolorido, a pesar de que no abría casi los ojos ni podía mover la boca, su cerebro funcionaba perfectamente. Con una perfección que producía dolor, porque todos los sufrimientos de su vida se le agolparon de pronto en aquellos días que llevaba sin moverse.
Amar y no ser amado. Desear y no ser deseado. Dar un paso y adentrarse en la selva y cuando se agarra la pieza deseada tener que dejarla marchar porque es una pieza protegida.
Amar y no ser amado. Ahogarse en deseo y sentirse atado al mástil del mundo y su sufrir. Querer matar, hacer desaparecer y deber tener cuidado. Porque Dios es infinito y te pone a prueba a cada instante.


Sentimiento que quiere ser palabra en el tiempo se ahoga en el pozo
De su desprecio.
Sentimientos de amor que me libera me condena en el mundo
Que nos rodea.
Te quiero porque te quiero contra todo lo opuesto dar un paso en falso y ya estás muerto.
Si gritas te matan si no gritas también la casa está sucia la casa sin barrer.
Todo el mundo lamenta la suciedad que rodea las bocas del hombre
Pero nadie se mueve.
Y tú no hables porque te matan y si no hablas ¿cuándo serás hombre?
En esta noche nochera de amor matar yo quisiera con fuerte razón.
Dolores del mundo dolores de amor dolores del mundo
de mi corazón.



Durante aquella semana había tenido infinidad de sueños. Todos ellos, su mente sonreía pícara, habían sido sueños más o menos amorosos. Unos más platónicos, otros más descaradamente carnales.
En los sueños platónicos aparecían las caras de aquellos ideales femeninos que hacía treinta años le habían quitado el sueño dándole plantón. Ideales juveniles que con su seriedad le habían dado de lado. Se había ido haciendo una costra de resentimiento , de rencor hacia la hembra, porque al mismo tiempo le exigían como hombre resultados tangibles de su actividad donjuanesca.
¡Qué hipócrita era el mundo! Ahora lo veía claramente. No había vivido para sí mismo. Había vivido para escuchar a los demás, para ser usado, apabullado, pisoteado, objeto de risa y no recibir ni siquiera las gracias.
¿O aquel sentimiento no se correspondía con la realidad? Todos los dolores del cuerpo se debían a eso. Todos los dolores del cuerpo no eran más que una terrible represión de sus sentimientos, en nombre de no se sabía muy bien qué. Había amado desesperadamente, había besado desesperadamente, pero también había tenido que aprender a olvidar o a decir lo de la zorra: No están maduras.
Todo ese aguante desesperado, lo sabía ahora, en la edad madura, en una edad en la que, tirase por donde tirase, la sociedad, la dulzura femenina exigía responsabilidad.
Había nacido para ser un desgraciado..., y había venido a caer en el peor de los pecados. Enamorarse estúpidamente a su edad y verse amarrado a un laberinto del que no sabía cómo salir.
En el sueño el sexo tomaba proporciones desorbitadas. De haber sido más joven las poluciones hubieran manchado las sábanas a cada instante. Era un deseo irresistible, un enfrentamiento con el fondo de su propias conciencia, con lo más profundo de su propia vida.
Un enfrentamiento del que tendría que salir una respuesta. Lo más hondo del corazón estaba buscando la salida, pero el cuerpo estaba paralizado. En cada sueño el placer y el dolor se mezclaban a partes iguales...



AGOSTO DE CALOR Y HORROR

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