CARCEL
DE LA FELICIDAD
Hoy
me miro en el espejo
De
la vida
Me
veo con la profundidad
Del
rayo
Y
busco en lo más oculto
De
mis ojos
La
mirada de los ojos
Tuyos
Tú
dirás, amor,
Que
me acobarda
La
vida y su tormento
No
es la vida
Lo
que me asusta
Sino
este amor tan desmedido
Que
buscando en tus ojos
Me
pregunto
Si
todo esto que vivimos
Es
cierto
No
es mi cobardía
Lo
que me asusta
Sino
tu valor descontrolado
Rompes
las amarguras
Que
nos atan
Para
saltar
Al
olvido de la muerte
Es
sólo una vez
La
que vivimos
O
nos estamos cavando
Una
tumba
Al
otro lado del infierno
Es
la duda y nada más
Que
duda
Que
no es duda de amor
Lo
que yo siento
Es
la duda del pan
De
cada día
Que
nadie a tí
Te
exigirá
Porque
a pesar de los pesares
La
ley no exige responsabilidad
Y
al final me carga con el muerto
Que
alguien afirme que miento
Porque
el amor, amor,
No
se sustenta
Sólo
sobre palabras
O
sobre el lecho
Buenos
dardos llevo clavados
Cuando
desfallecen
Los
números
En
la cartilla
Promoción
del hombre
Te
dirán
Esclavitud
y no más
A
la serpiente que encadena
Quién
ha visto, amor,
En
esta vida,
Un
amor desinteresado...
Pregúntale
al fondo
Oculto
de la vida
Y
obtendrás la respuesta
A
mis dudas
¿Es
imposible seguir
así
mientras nos quede
un
aliento, un suspiro?
Trocito
de tu cuerpo
Yo
quisiera
Pegado
hoy a mi costado
En
esta soledad
Del
alma que me invade
Que
tus palabras fueran
El
perfume
Que
disipa mi dolor
Incontestable
Que
la vida no fuera
Tan
dura con nosotros
Ahora
que entramos
En
el otoño de la vida
Y
que Dios se callara
De
una vez
Y
los hombres olvidaran
La
absurda entidad
De
sus leyes....
Quisiera
tantas cosas
Para
darte...
Pero
sólo puedo ofrecerte
Tiempo
de espera
Antes
de la muerte.
MONOAWARE
Se
recogieron las alas del tiempo en las manos enlazadas.
Hacía
más de veinticinco años que había leido los poemas
Del
Monoaware. Algo que en aquel momento no comprendió
Muy
bien, pero que se le había quedado prendido en las ramas
Del
corazón.
Ahora,
allí, ante la estátua de aquel poeta que leyera
Hacía
tanto tiempo, un soplo de vida recorría sus venas.
¿Había
vivido? ¿O sólo había pasado por la vida como pájaro a flor de
piel? Ahora, cuando las hojas empezaban a caer,
sentía
que algo se había clavado en el corazón. Algo que era verdad, que
era puro pero que no sabía si le permitiría volver a revivir,
recuperar
el
tiempo perdido.
Los
recuerdos se mezclaban en su mente, en las alas del corazón.
Una
lágrima de dolor, de tristeza, asomó a sus ojos.
Monoaware,
tristeza de vivir, o alegría de vivir. El poeta miraba al
Hombre,
el hombre miraba a la amada, salida de un cuadro de
Hacía
cien o doscientos años.
El
tiempo, el devenir del río de la vida, salvava la vida de sus más
oscuras
Penalidades.
Pasara lo que pasara, los huecos del corazón
Empezaban
a estar llenos.
PERFUME
A SANDIA
Las
estaciones del tren eran el pan nuestro de cada día. Antes o
después, salvo que se tuviera gripe y se tuviera que estar encamado,
había que pasar por la estación. A veces significaba el único
pasadizo existente para ir al otro lado de las vías para hacer la
compra.
Era
ya tarde. Necesitaba comprar algo. No lo dudó y salió de casa. En
una noche de verano calurosa como aquella, era mucha la gente que se
encontraba en la entrada de la estación.
Junto
al puesto de policía había una ambulancia. En las escaleras, no las
de patio de Monipodio, los jóvenes chillaban embriagados de alcohol
y ocio. Gente que en estado normal era más muda que la pared de un
cementerio, con una copa en el cuerpo se pasaba de la raya.
Un
jovencito, peludo y medio pirao, tenía a otro con la mano por el
cuello. No se podía dilucidar si le hablaba en voz alta porque el
otro estaba borracho o porque estaba sordo. Graciosa estampa. Sin
embargo, tan modositos, le estampó un beso en los labios que parecía
querer comérselo. ¿Simple borrachera o deseos reprimidos aflorando
de la mano de Baco?
Terminó
de subir las escaleras al tiempo que se cruzaba con un tropel de
gente. Había gente occidental por aquellos derroteros. Se cruzó con
dos mujeres jóvenes y un hombre. Una de ellas era más bien alta, la
otra un poco baja y rechoncha, como sandía.
No
supo explicarse el perfume que sintió desprenderse de la chica. ¿Era
porque había pensado en una sandía o era, simplemente, porque olía
realmente a sandía? Durante un buen rato estuvo aturdido.
Era
la primera vez que le ocurría. Habían pasado por su lado mujeres
con perfume a pescado, otras con sudor a rancio del trabajo y no
poder ducharse en dos o tres días. Había olido esencias de flores,
de frutas. Pasiones perfumadas que deshacían las defensas
masculinas. Pero nunca había pasado por su nariz el perfume a sandía
de una mujer.
Aquel
perfume tan especial le llevó a otros perfumes enlazados en su mente
con cara de mujer y pasiones amorosas. El delirante y exótico olor a
higo con su gota de miel, el melocotón con su piel de niño. Le
atraía la imagen de un trasero recóndito, hermoso, apetitoso, que
con sólo rozarlo hacía gemir a las piedras. La fresa con su nata.
Recordaba aquellas fresas con nata granadina que le tuvieron loco
durante un largo tiempo. Y tantos otros, que se confundían dentro de
sí. El pollo con curry con arroz a lo mismo. Un pollito lindo,
ternito, de masticar delicioso. La pierna de cordero, al romero con
vino criado en barrica de roble o castaño.
Se
le fue la mente hacia las bulbas lujuriosas de las ostras con limón
y champán. Aquel día en que se comió una docena de ostras y daba
sorbos a la copa... Inolvidable. La succión de las ostras hacía
gemir de placer a su compañera que reía y lloraba al mismo tiempo.
No
había visto nunca a una persona tan placenteramente alegre viendo a
otra comer. Y también recordó las frutas. Las manzanas redondas,
peras apetitosas como capullitos de alhelí, y aquel revoltijo,
aquella macedonia de frutas en la que se bañaron una vez su amiga y
él. No sabían dónde acudir para morder, para masticar. Macedonia
en almíbar y terminaron la cena con una copa de licor de café...
- ¿Qué desea?
- ¿Ah?
- ¿Que qué desea?
El
dependiente le despertó de tan agradables recuerdos...
- Una sandía.
- Grande, pequeña o mediana...
- Grande, grande....
Lejos
de tu presencia
Cerca
de tu corazón
Aunque
el mundo se hunda
Siempre
triunfa el amor.
Tal
vez nunca se lave
Tu
ropita con la mía
Tal
vez yo no me salve
De
mi ingrata cobardía
Puede
ser que no entiendas
Mis
extrañas reacciones
Pero
te juro mi vida
Que
estás en los cangilones
Que
riegan el corazón mío.
Despertar
a la luz abierta de tus ojos
Y
encontrar la muerte entre las rejas
Dolor
que me aprisiona
Demonio
que domina
El
cuerpo y la conciencia
Yo
quiero echaros de mi esencia
Como
el torrente expele sus destrozos
Este
deseo de muerte y desesperación
De
querer y no poder
De
movimiento clavado hacia la tierra
Está
matando la poca vida que me queda
Señor
de la vida y de la muerte
Mándame
un rayo que fulmine
El
deseo, la ilusión,
El
apetito insaciable de lo que tanto adoro
Mándame
un rayo y empezaré a creerte.
Llevaba
una semana de encierro. Una semana de soledad, enfermedad, comer,
dormir, soñar. Nadie o casi nadie se le había acercado. Al parecer
su estado era grave. A pesar de que el cuerpo estaba magullado y
dolorido, a pesar de que no abría casi los ojos ni podía mover la
boca, su cerebro funcionaba perfectamente. Con una perfección que
producía dolor, porque todos los sufrimientos de su vida se le
agolparon de pronto en aquellos días que llevaba sin moverse.
Amar
y no ser amado. Desear y no ser deseado. Dar un paso y adentrarse en
la selva y cuando se agarra la pieza deseada tener que dejarla
marchar porque es una pieza protegida.
Amar
y no ser amado. Ahogarse en deseo y sentirse atado al mástil del
mundo y su sufrir. Querer matar, hacer desaparecer y deber tener
cuidado. Porque Dios es infinito y te pone a prueba a cada instante.
Sentimiento
que quiere ser palabra en el tiempo se ahoga en el pozo
De
su desprecio.
Sentimientos
de amor que me libera me condena en el mundo
Que
nos rodea.
Te
quiero porque te quiero contra todo lo opuesto dar un paso en
falso y ya estás muerto.
Si
gritas te matan si no gritas también la casa está sucia la
casa sin barrer.
Todo
el mundo lamenta la suciedad que rodea las bocas del hombre
Pero
nadie se mueve.
Y
tú no hables porque te matan y si no hablas ¿cuándo serás
hombre?
En
esta noche nochera de amor matar yo quisiera con fuerte razón.
Dolores
del mundo dolores de amor dolores del mundo
de
mi corazón.
Durante
aquella semana había tenido infinidad de sueños. Todos ellos, su
mente sonreía pícara, habían sido sueños más o menos amorosos.
Unos más platónicos, otros más descaradamente carnales.
En
los sueños platónicos aparecían las caras de aquellos ideales
femeninos que hacía treinta años le habían quitado el sueño
dándole plantón. Ideales juveniles que con su seriedad le habían
dado de lado. Se había ido haciendo una costra de resentimiento , de
rencor hacia la hembra, porque al mismo tiempo le exigían como
hombre resultados tangibles de su actividad donjuanesca.
¡Qué
hipócrita era el mundo! Ahora lo veía claramente. No había vivido
para sí mismo. Había vivido para escuchar a los demás, para ser
usado, apabullado, pisoteado, objeto de risa y no recibir ni siquiera
las gracias.
¿O
aquel sentimiento no se correspondía con la realidad? Todos los
dolores del cuerpo se debían a eso. Todos los dolores del cuerpo no
eran más que una terrible represión de sus sentimientos, en nombre
de no se sabía muy bien qué. Había amado desesperadamente, había
besado desesperadamente, pero también había tenido que aprender a
olvidar o a decir lo de la zorra: No están maduras.
Todo
ese aguante desesperado, lo sabía ahora, en la edad madura, en una
edad en la que, tirase por donde tirase, la sociedad, la dulzura
femenina exigía responsabilidad.
Había
nacido para ser un desgraciado..., y había venido a caer en el peor
de los pecados. Enamorarse estúpidamente a su edad y verse amarrado
a un laberinto del que no sabía cómo salir.
En
el sueño el sexo tomaba proporciones desorbitadas. De haber sido más
joven las poluciones hubieran manchado las sábanas a cada instante.
Era un deseo irresistible, un enfrentamiento con el fondo de su
propias conciencia, con lo más profundo de su propia vida.
Un
enfrentamiento del que tendría que salir una respuesta. Lo más
hondo del corazón estaba buscando la salida, pero el cuerpo estaba
paralizado. En cada sueño el placer y el dolor se mezclaban a partes
iguales...
AGOSTO DE CALOR Y
HORROR
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