jueves, 11 de agosto de 2016

ENCUENTRO Y DESENCUENTRO (LA ESTACION)

ENCUENTRO Y DESENCUENTRO
(LA ESTACION)

Volvía a casa en el medio de transporte usual, el tren. Acababa de terminar el trabajo y, transbordo tras transbordo, había llegado a la estación central de la Megalópolis.
Por la tarde había tenido un encuentro casual con una antigua compañera de trabajo. Tomaron un café y charlaron de aquellos tiempos en que eran compañeros de mesa en la oficina.
El encuentro se había producido en una estación de metro. En la entrada de una estación de metro se habían despedido deseándose suerte.
Después, sentado por casualidad, dada la cantidad de gente que poblaba el andén, se enfrascó en la lectura de un libro sobre arte moderno. No estaba muy concentrado. La figura de su ex-compañera se entrecruzaba por entre las líneas del libro.
El encuentro y el desecuentro. Y como una cereza llama a otra, desde el fondo de su memoria surgió una estación de tren perdida allá en la raya entre España y Portugal.
La estación tenía un nombre que no recordaba. Había llegado a ella en taxi desde el pueblo más cercano, Jabugo, tierra del buen jamón.
Su ex-compañera también estaba como un jamón. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, y una chispa de deseo se fulgorizó en sus ojos.
Siempre eros y tánatos, fuerzas inherentes al cotidiano discurrir. Intentó concentrarse de nuevo en el libro.
En aquella vieja y destartalada estación había un árbol. No conocía su nombre, pero lo bautizó como Arbol de los encuentros y desencuentros.
Era un árbol curioso. Lleno de fotografías. Unas eran de soldados vestidos y preparados para partir hacia su cuartel de destino.
Había recién casados despidiéndose de sus familias. Encuentro en un huevo hogar, separación, salida del nido familiar.
Coronaba el árbol una urna con la imagen peregrina de una virgen. Pero lo más sorprendente era la fotografía de un hombre mayor, cadáver, clavada en el árbol con una chincheta.
Era como si la gente de aquella comarca tuviera el árbol, semental hacia el cielo, como icono de la vida que viene, de la vida que se va.
Intentó borrar aquella curiosa imagen de su mente. Paró el tren en una de las numerosas que le esperaban hasta su casa. De pronto, por los altavoces interiores del vagón decían que en una de las estaciones más populosas de la línea había ocurrido un accidente, muerto incluido. Pedían disculpas por el posible retraso.


 De nuevo sintió la terrible realidad de lo que es una estación de trenes. Lugar de encuentro, lugar de desencuentros. Camino hacia la felicidad, camino hacia la nebulosa soledad de la nada.

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