lunes, 2 de noviembre de 2015

El baño

EL BAÑO

Muchas son las sorpresas que suele deparar encontrarse metido en medio de otra cultura, de otra forma de vida. Cada pueblo, por circunstancias, por ideosincrasia, por religión o ideología, según su grado de desarrollo o su etapa histórica mantiene unas costumbres que lo diferencian de los demás en cuanto al baño se refiere. Esta es la historia del señor Suzuki, podría haber sido la del señor Tanaka. Un día en su vida y en su baño, ofuro .

El señor Suzuki se levantó a las seis y media de la mañana. Su esposa le tenía preparado el desayuno y él sólo tuvo que tomárselo y salir corriendo para tomar el tren. El señor Suzuki toma el tren todas las mañanas a las siete y cuarto. Hasta su oficina tarda hora y cuarto. El tren, como de costumbre, va abarrotado.

El señor Suzuki trabaja desde las nueve hasta las cinco. A veces echa horas extras, la situación está mal, o se va a tomar una copa con los compañeros. Pero lo que realmente le gusta es volver a casa temprano y tomarse y baño.

Hoy el señor Suzuki ha vuelto pronto a casa. A las siete ya se estaba descalzando en el zaguán. Un suspiro de alivio y placer recorre el pasillo de la casa. Su esposa le tiene preparado el baño. El prefiere tomar un baño antes de cenar. Se demora bastante en el baño. Su esposa prepara la cena mientras lo hace.

El señor Suzuki pasa al cuarto de baño. tiene un buen empleo y, aunque aún tiene que pagarla, se ha construido una casa con un buen cuarto de baño. Antes de pasar a la sala del baño hay un espacio en que la lavadora y demás trebejos de limpieza se colocan. Tiene un lavabo, un armarito para poner lociones y demás productos de belleza y acicalamiento, una silla para sentarse mientras se va despojando de la sudada ropa. La va dejando en una canasta de bambú para ser lavada al día siguiente.

El señor Suzuki abre la puerta del baño. La sala tiene espacio suficiente como para estirar el cuerpo e incluso tumbarse en el suelo. A la derecha hay una bañera en la que puede estirarse tal cual largo es. ¡Qué placer!

El señor Suzuki debe bajar un escalón para entrar en el cuarto de baño. La bañera está automáticamente preparada para que el gas caliente el agua sin necesidad de mojarse las manos. Un sistema muy cuco de ventilación permite que el vapor y los posibles escapes de gas no se acumulen en la sala del baño.
El señor Suzuki agarra una especie de palangana de plástico, la mete en las bañera, la saca llena de bullente agua y con una especie de toalla entre nilón y materiales esponjosos se va calentando el cuerpo, despacio, muy despacio. Llena otra vez la palangana y se la echa por encima de la cabeza. ¡Placer de dioses!
Entra en el baño y se zambulle en el agua vaporosa hasta la comisura de los labios. Mete la cabeza en el agua. ¡Qué descanso! Sale de la bañera y se dispone, caliente el cuerpo hasta la médula, a lavarse. Se va embadurnando con jabón los brazos, la cara, las axilas, el pecho...Primero la parte superior del cuerpo. Una, dos veces, destensando los músculos agarrotados por la fatiga. Despacio pero enérgico. Una vez terminada la parte superior le toca el turno a la inferior. El lavado es un lavado masaje. Restregando esponja y jabón como una adolescente que palpe su cuerpo a punto de florecer. Hay que quitar la fatiga. El baño se convierte así en un acto de agradecimiento a los dioses, y ,como todo ritual religioso, se impone la seriedad y la atención de la obra bien hecha.

El señor Suzuki ha terminado el lavado propiamente dicho del cuerpo. Para terminar de quitarse el jabón un par de palanganazos de agua por la cabeza y....¡ya!. ¿Terminado? No, por favor. El señor Suzuki vuelve a entrar en la bañera. ¡Ah!, suspira. ¡Ni las Uries del Paraiso! El señor Suzuki vuelve a repetir la operación de arrebujarse en el agua, dejar que su cuerpo se abra con el calor, que le llegue a la médula de la sangre, que las irritaciones y los malos humores se vayan con el calor del líquido elemento. Somete su cuerpo a una sesión de masaje dentro del agua. Esta vez está, medio dormido, veinte minutos dentro del agua, por el simple placer de estar. Cuando sale otras dos palancanadas de agua terminan con el rito. Para que sea completo, la última es agua fría. El cuerpo se encoge, pero el calor no se escapa.
Su esposa, entretanto le ha dejado preparado en la antesala el pijama y una bata. El señor Suzuki se seca despacio, a conciencia. No debe quedar una gota de agua en el cuerpo. Cuando termina se dirige al comedor. Una rica y copiosa comida le espera. La riega con cerveza. El baño ha durado una hora.


                                 Posdata.- Cuando alguien me pregunta qué me llevaría de Japón a mi país le respondo : “El baño del señor Suzuki”.



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