viernes, 1 de mayo de 2015

SERENO ATARDECER


JUSTIFICACION


        El amor en su nacimiento es un torrente
        que todo lo arrastra.
        El amor en su nacimiento es posesivo,
        todo lo arrasa.
        No se da cuenta que va destruyéndose a si
        mismo , que va destruyendo aquello que ama.
        Amar para querer.
        Amor que se da y en dar no repara.
        Amor para el encierro en la cárcel de la pasión.
        Amor que abre la jaula,
        que en el respeto encierra su fuerza.
        Con el paso del tiempo se remansa.
        Pasan los furores, llega la calma.
        La calma de la creación que fortifica el alma.














POEMILLAS
I

Un rayo de esperanza
entre las nubes
Un rayo de esperanza
para el corazón
Un rayo de luz
Una ilusión
Amor.





II

El ama se serena
con la luz de tus ojos
cuando amaneces


III

Las rosas de tu jardín
para mí las quiero yo
Las rosas de tu jardín
van cantando el corazón.




IV

La sonrisa de tus labios
dulzura de amor son
La dulzura de tus labios
del dolor el extintor.


V

Lágrimas de amor
nunca son malas
Lágrimas de rencor
matan el alma.





VI

La flor de tu cuerpo
lo que yo quiero
La flor de tu cuerpo
y el corazón dentro.


VII
Nebuloso,
brumoso cielo
de verano abrasador
Amor, dáme la mano
Abrasémonos.





VIII

¡Ay qué dolor!
Qué lejos la distancia
Qué cercano el corazón.


IX

¡Qué bonito está el día
mi grande amor!
Cantaba la niña
de corazón
¡Qué bonito....
Oh, el sol se nubló!
¡Qué pasaría
mi grande amor!




X

Demonios andan sueltos
mi lindo amor
Al Demonio de la envidia
no le gustó
nuestro lindo y gran amor.


XI

La noche se hizo
la niña lloró
La noche se hizo
el niño sufrió
Al venir el día
todo sonrió.




XII

Tristeza y dolor
oscuridad oscura
pero la esperanza
no se murió.


XIII

Calma total
El alma respira
tranquilidad
Tormentas de la vida
vienen y van
calma total
en el atardecer de la vida
serenidad.













TRANSICION


XIV

D.Quijote:
Cuando nace el ideal de Dulcinea
Don Quijote empieza a ser activo
Cuando descubre la realidad
de Aldonza Lorenzo
D. Quijote toma el camino de la muerte.



XV
Añil
ojo del cielo
rescata
las fuerzas del amor.
En las nieblas
del olvido
queda prendida
la travesía del desierto.




XVI
La flor del loto
crece en los fangales
de la vida.
En las aguas pútridas
y estancadas..
Decantación de la cara
oculta del alma humana
muestra todo su esplandor
cuando se abre al sol.
Tú y yo
que hemos visto la cara
al oscuro infierno
de la existencia,
florecemos como el loto
para devolver al mundo
lo mejor de nuestras almas.
Cicatrices que se cierran.
Cimentación del futuro.




XVII
Nos encontramos allá en el sur
Un sur radiante de luz y espuma
Y nos vimos
Y nos miramos
Y nos amamos
Y nos fundimos
En un ardiente dolor
Ay, amor
Ay, amor
Tú y yo













TEXTOS EN PROSA


XVIII

LA MUERTE DE MARTIN

Clavada en los espejos,tú,perfecta imagen de la belleza.Martín se encontraba mal. Estaba acostado en la pobre cama que tenía en la celda del convento. Era ya un hombre mayor, enjuto, de pelo muy blanco. Sabía que iba
a morir, que se estaba muriendo. Le había llegado su hora. Hacía un repaso de su vida, de lo que habia hecho,de sus deseos, de sus ilusiones, de sus frustraciones.
Todo lo aceptaba, sin renunciar a nada. Había sido un hombre normal, incluso vulgar, sin ninguna característica especial, aunque lo hubieran elevado a superior del convento. El sabía que no había sido el hombre adecuado para tales menesteres, por mucho que lo consideraran santo.
En un ramalazo de claridad de su conciencia se le apareció la figura de una mujer. Una mujer menuda, bella,límpida como el sol y perfumada como las flores. Era Maria, la bella y no siempre bien comprendida Maria.De pronto sintió temor y vergüenza al recordar aquella figura.En su vida era la única vez que habia sufridola tentación de la carne y no había podido,sabido o querido vencerla. María le habia vencido a él. El la había amado, apretado entre sus brazos. Se había, en definitiva, comportado como un hombre frente a una mujer.
Recordar aquello le parecía poner una mancha negra en el gris de su vida.La figura de la mujer negó con la cabeza. Era el espíritu de María. Ella se había marchado al otro mundo hacía mucho tiempo.Y ahora venía a recoger su alma y llevársela a las altas esferas.
- No. Martin, no debes sentir vergüenza de nada. Lo que hiciste lo necesitabas, como lo necesitaba yo. Nos amamos como deben amarse un hombre y una mujer, sin conciencia de pecado. El pecado mata el amor.Sí, para el mundo, para la oficialidad del mundo es algo malo y negativo lo que hicimos. Pero no para la vida, no para el verdadero desarrollo de las personas. No hicimos daño a nadie porque nadie se enteró, nosotros nos perdonamos
hace ya tiempo la cicatriz que quedó de aquel encuentro.Nos amamos como nos seguimos amando en espiritu, aunque tú no te des cuenta. Si tienes miedo yo te perdono y te libero de la culpabilidad que sientas.
María sonrió con la mejor, con la más maravillosa de las sonrisas posibles. Martín, liberado de todo el peso de su conciencia cerró lo ojos. Su cuerpo se aflojó y exhaló su último suspiro. Con él el alma se le salía por la boca y se fue a encontrar con la de María.
-¡Qué ligereza!. Pobre Martín,lo que sufrió, pensó su alma.
Se cogieron de la mano y entraron por un tunel luminoso,se dirigieron hacia la luz,hacia las altas esferas.



XIX

ALMA  RECUPERADA

Las escaleras del sentimiento descendían. Arriba iba desapareciendo el leve rayo de luz mientras la oscuridad se hacía más oscura, más profunda, más negra, conforme se iba bajando.
No era sólo la más completa de las ocuridades lo que le asolaba. El corazón lo sentía como rasgado. Era como si un cuchillo puntiagudo se le hubiera clavado y le fuera rasgando al tiempo que el dolor aumentaba y aumentaba
Las sensaciones y las imágenes que le producía eran tormentosas. La respiración le flaqueaba. La cabeza parecía una caldera a punto de estallar. Tenía el cuerpo paralizado. Ya empezaba a dejar de sentir. La agudeza del
dolor era tal que acabaron por aflojársele los nervios  y llegó a tener la sensacion de que había perdido el sentido.
El cuerpo cayó en redondo. No era consciente.Algo se le escapó por la punta de los dedos. El cuerpo acabó por desinflarse y quedó lacio. La inmovilidad era total.
El alma escapada del cuerpo lo miraba. A la altura del corazón tenía una señal, parecía la señal de una cuchillada. Amor era la palabra que formaba aquella extraña señal. No sólo el cuerpo. Hasta el alma la tenía herida.
Como un Orfeo en busca de Euridice,la insustancial esencia del hombre comenzó a moverse, buscaba algo. Se buscaba a sí misma. Había perdido su propia sombra.Al conocer a aquella muchacha, todos los ejes se le
habían trastocado. Siempre había pensado que el Amor debería ir enlazado al eje cuerpo-espíritu-sociedad.
        Si los tres elementos no estaban enlazados en cadena el equilibrio se perdería y todo se vendría abajo.Su cuerpo le había pedido una cosa, el espíritu se le rebelaba y no podía controlarlo porque tiraba en dirección contraria al cuerpo, lo que hacía que sintiera en el eje fisico crisma, corazón, estomago, testiculos,planta de los pies, la sensacion de ser una foto desen-
focada.
Algo más profundo le llevaba al silencio y a intentar desde ese silencio la reconstrucción de su propio yo.
El cuerpo tiraba hacia el ser recondito que encerraba ella, cálida piel de primavera. El espíritu le decía que todo aquello iba contra toda norma establecida, no ya por la sociedad, sino por su propio yo. Tenía que romper la cadena y rehacerse en el punto en el que el cuerpo y el espíritu pudieran integrarse con el de ella.
La vida que había llevado hasta ese momento había estado llena de dificultades y contrariedades. Quería pegarle una patada, le decia su yo consciente, pero bajo él, otra parte, quizás la más oculta de su verdadero yo,
le decía que él había elegido aquella vida, que las circunstancias, bonita palabra tras la que se escondían sus temores, sus odios, sus venganzas, y que el sentido del deber hasta el final le exigía seguir ese camino hasta la consumación, llevada a cabo únicamente por la muerte.
Por otra parte, los gatos estampados en los billetes de banco le gritaban hacíendole ver la cobardía y la falta de espíritu aventurero que tenía. También que,como hombre, el eje de la sociedad le iba a pedir, le iba a exigir mucho más de lo que él mismo estaba dispuesto a dar.
El inmaterial ser que se había escapado del cuerpo volvió a entrar por la nariz. El cuerpo desinflado, desplomado en la habitacion despertó. ¿Había sido un sueño? Una sensación de ánimo le invadió. Había recuperado su alma.


XX

REENCUENTRO

Al revolver la esquina chocaron. Los dos llevaban los libros de la escuela en la mano. Rodaron por el suelo.
Mútuamente se pedían perdón mientras se afanaban en recoger cada uno sus pertenencias. Cuando terminaron se levantaron y se ... miraron.
Las palabras habían quedado atrancadas en la garganta. No salían a flor de labios, aunque estos hacían un esfuerzo por moverse.
Terminaron por reir. Era esa risa juvenil que esconde tantos secretos
y tantos misterios. Una tercera persona no sabría decir si era una risa llena de vergüenza o de alegría, de nerviosismo o la risa típica de la edad del pavo.
Ellos se dieron cuenta de que era algo más.Era la risa del reencuentro. No se conocían,pero era la risa del placer de volverse a encontrar después de años, tal vez de siglos, sin haberse visto.
- Perdona. Yo soy...-, iba a decir él.
- No te preocupes.Sé quién eres. Ahora eres Martín. el compartidor, pero antes fuiste José, Venancio,Lúculo, Adonis... Yo soy....
-No, calla. Tú,ahora, eres la mujer,María, pero fuiste Rosa, Marcela, Laura, Aurora. . .
-¡Sí! - , gritaron ambos. De nuevo la risa.Se habían reconocido. En lo más profundo de sus ojos habían visto que en los repliegues del corazón yacían como dormidas vidas y vidas anteriores en las que ambos habían coexistido y habían andado juntos.
Era el reencuentro. Era su destino.  En sus respectivas,por separado y juntos,vidas pasadas .Habían sido desgraciados y felices. Habían llegado al abismo de la desesperación y al culmen de la felicidad.
Un nuevo encuentro. Sin decir más se besaron,lenta, dulcemente.
-Bienvenido, mi amor.
-Bienvenida, mi cielo.
Se dieron la mano y emprendieron el camino . El mundo, la vida. se abría ante ellos llena de esperanza.








XXI

TOMANDO CAFE

        ¡Cuánto tiempo sin vernos!
        ¡Sí! ¿Cuántas vidas?
        Pues ni se sabe. Todas las que caben en diez reencarnaciones.
        ¡Oh, lalá! Me verás hecha una viejita chuchurría...
        ¡Qué dices! Pero si está aún mejor que entonces.
        ¿De verdad?
        ¡De verdad!
        ¡Tan adulador como siempre!
        ¡Tan poco creyente en mí como siempre!
        Eso no es verdad....
        Pues créeme y ya está.
Está bien..... ¿por dónde has andado?
        Por las estrellas.
        ¿Qué? ¿Por las estrellas? ¿Conquistando estrellas de     cine?
        ¡Oh, a pesar de las reencarnaciones no cambias! Sigues igual de celosilla.
        No te digo que no, pero no es muy fuerte, creo que he
mejorado.
        Me gustaría comprobarlo. ¿Sigues sóla y sin compromiso?
        Maldita sea tu estampa, llevo siglos esperándote.
        Entonces ¿tenemos aún posibilidades de cumplir lo hasta ahora incumplido.
        Depende de como te portes.
        Como siempre, como un angelito...
        ¡Tu abuela que te crea!
        ¡Oh, mujer dura y cruel....!
        Se me endureció el corazón con la ausencia.
        ¿Me dejas ablandártelo?
        Estoy esperando.
        Bien, ¿dónde nos vamos a vivir?
        ¿Tu casa es muy grande?
        Me temo que no...
        Pues vente ya hoy a la mía.....
        Bien, pasamos por mi cuartucho y recojo lo impresicindible. La semana próxima como no hay obligaciones
podemos arreglar todo.
        De acuerdo......
        Y se marcharon a la casa de él.

        Cenaron opíparamente, se bañaron, se relajaron y se dirigieron a dormir, en realidad el reencuentro los había dejado muy cansados síquicamente. Sin duda necesitaban un descanso. Cuando estaban muy pegaditos uno al lado del otro ella empezó a contarle una historia:
       


XXII
EN TUS SUEÑOS

        ¿Quién eres?, preguntó un poco molesto por las cosquillas que sentía entre el ombligo y el bajo vientre.
        ¿No me reconoces, zancudo milenario? ¿No reconoces la dulzura de mis manos acariciando tu cuerpo encantado?
        ¡No! ¿Es posible? ¿Eres tú? Mi milenario amor escondido en lo más recóndito de mi ser y ahora de sopetón aparecido. ¿En dónde estuviste tanto tiempo que no te encontré?
        No digas sandeces. Si lo único que te interesaba era tener un nombre y su sombra. Nunca te fijaste en mí.
        No digas eso cariñito. También a los hombres nos da reparo muchas veces decir lo que sentimos directamente a la amada. Es como si con el silencio y la adustez ganáramos en importancia.
        Ya lo sé, amado mío. Sólo era una broma de esta bruja brujita que estoy hecha.
        Apasionado espíritu que sólo desea jugar contigo y pasar un ratito. ¿Sabes? A veces se siente una tan sola y tan poca cosa.
        Dímelo a mí , que pierdo la confianza cada dos por tres.
        Anda, anda, no te rebajes, manojito de luz que ilumina mi camino. Deja que mi espíritu penetre en tu ser y se llene de ese alimento que tanto me ayuda a sobrevivir.
        Todo tuyo soy. Si quieres puedes coger una cucharita e ir comiéndome deleitándote como si comieras un flan, porque un flan soy cuando estoy entre tus brazos.
        Allá voy.  Sé bienvenida.
        El alma de la bella iba besando las fibras sensibles del joven y temblaba en su corazón enamorado, se iba inflando de placer la boca, los besos eran tan tiernos que se dirían los labios de un bebé acariciando el rostro de la madre.
        Temblaba ella, temblaba él. La luz de las estrellas reflejaban la noche de sus ojos. Allá en el fondo la aurora de la felicidad se veía como cuando el rosicler de la mañana empieza a adivinarse por las altas montañas de Sierra Nevada.
        Se quedaron dormidos, exhaustos de amor y venturanza. Miles de kilómetros los separaban, pero el hálito de sus almas había salido de paseo para encontrarse en los espacios infinitos.
        Ahora, las dos almas, al cuerpo retornadas, una sonrisa de felicidad esbozaban. Eran felices a pesar de la distancia. No era su amor el amor exigente que el corazón del otro robaba. Era un amor que se daba, sin exigencias....
amado y amada.



XXIII
AMOR DE LA ESTRELLAS
星の愛 (Hoshi no Ai

        La mañana. Manos acariciantes se introducían por entre los cabellos. La exarcebada sensibilidad del pelo hizo que el cuerpo se tensara. Poco a poco se fue relajando y esa dulce sensación se fue extendiendo por toda la musculatura.
        Hierro, rocas, hielo interiorizado por la lucha o el estrés fueron fundiéndose como se funde el queso o la manteca en la sartén. Poco a poco una sensación más que agradable le fue recorriendo toda. Los dedos pasaron a la frente, a los ojos, eran unas yemas tan volátiles como la brisa del mar. Esa brisa que se siente, que hace sentir bien pero que no se puede detener entre los dedos porque se escurre como el agua. Los dedos pasaron a los labios. Los labios como un resorte incontrolable besaron las yemas de los dedos. Una corriente eléctrica, suave, tierna, indescriptiblemente agradable recorrió los dos cuerpos,
        La barbilla, el cuello, rasgueados por la punta de las uñas, reaccionaban tensándose como las cuerdas de una guitarra. Cuando las uñas se alejaban la rigidez y la tensión desaparecían como por arte de magia.
        Las manos siguieron acariciando con suavidad el pecho como la brisa acaricia la hierba de los campos, de los prados. Subieron a las colinas de las manzanas donde los dedos palpaban dulcemente las manzanas en erección.
        Un suave temblor de tierra sacudió la tierra, el cuerpo todo. Todo se apaciguó y las manzanas buscaron su refugio entre la palma de las manos.
        Un giro del tronco enfrentó las miradas derretidas como miel en la leche. Los labios comenzaron su rito de besos mientras las manos bajaban a la falda del tronco.
        Seguían buscándose, seguían descubriéndose. Las lenguas, juguetonas, se escondían y aparecían en fruición por el rostro del otro. Lameteo de perro chiquitico agradecido.
        La tierra, agujereada por la pasión, buscaba un árbol que la sembrara sin aspavientos. El tronco del árbol penetró en el hueco que la tierra aspiraba a rellenar. La savia del árbol, lluvia fresca de primavera se fue deslizando hacia las profundidades de la tierra. Esta, satisfecha, derretida por las sacudidas del árbol, quedó sin fuerzas. Se había cumplido el rito. La tierra quedó sembrada del amor de las estrellas.
        Rasgueo de guitarra
        Pasión en la mañana
        Amor de las estrellas
        Fundido en una pasión sin medida.


XXIV

EL PASEO
Preciosa mañana llena de luz que invita a pasear
con el ser que se ama. (M.B.)

        El día era espléndido, otoñal. pero con esa calidez que concede el sol a la vida para que madure. La brisa marina aliviaba el calorcillo que el cuerpo empezaba a sentir.
        Salieron de la casa, cogidos de la mano, dándose calor, transmitiéndose energía. No hablaban, no era necesario hablar, miraban hacia el frente. La calle los llevaba hacia el mar, hacia la playa. De vez en cuando se miraban y con los ojos se contaban todo lo que querían contarse, todo lo que necesitan contarse.
        Amor, pasión, sentimientos que se transmiten con las manos. A veces él, o ella, se sonreía y el otro rápidamente reaccionaba . Parecían decirse mútuamente que eran unos pillos por decirse tales cosas, pero eran conversaciones íntimas, privadas, conversaciones del corazón que nadie tenía derecho a escuchar. Si alguien los hubiera escuchado se hubiera sonreido o estallado en una carcajada:¡Qué tontos! Pero el amor es así, como vino a decir D. Quijote. El amor los había vuelto a su pristino sentir de niños conservado en un cuerpo ya grande .
        Llegaron a la playa, playa blanca, de arena fina, blanca como la luz del día, resplandeciente, invitadora al paseo, a salir con la persona amada. Hacía tiempo que querían ahacerlo pero las distintas circunstancias mútuas se lo habían impedido. ¡Por fin!
        Desnudos de pies, entraron en la arena . Una arena cálida a pesar de las olitas que la humedecían constantemente. Fueron hacia el oeste, allá a lo lejos se veía un acantilado de paredes blancas con un faro en lo alto recortado en el azul del cielo, cielo profundo como mar límpio sin medida.
        Caminaban despaciosamente, la palabra no era necesaria, los ojos eran más que suficientes para decirse lo que tenían que decir, eran más que suficientes para el diálogo. Eso les permitia hablar y sentir al mismo tiempo la brisa el sol la calidez de las manos, del cuerpo del otro cuando iban muy juntos.
        Decidieron cuando estaban cerca del acantilado, con su altivo faro preparándose para su trabajo nocturno, sentarse a descansar. Todo era tan agradable que acabaron durmiéndose mecido el espíritu por el rumor de las olas marinas y la brisa que se acercaba desde el otro lado del mar.
        Cuando se dieron cuenta ya el sol iba  hacia su puesta. Un sol rojo , como de vergonzoso sentimiento subido al rostro. Precioso, cálido, invitador al amor sin medida. Ella le miró a los ojos , ciérralos, parecía decirle.


       El obedeció. En un periquete, no había nadie, ella se desvistió y se metió en el agua , un agua cálida , más que apetecible. Entro en el mar hasta que el agua le cubrió medianamente el pecho. Abre los ojos, le dijo a él con el pensamiento. Sorprendido por tal reacción de la mujer le pidió que saliera del mar, que se iba a resfriar.
        El sol estaba en la esquina del acantilado. La muchacha iba saliendo del mar con el sol de fondo recortándola sobre el rosicler de la tarde. Era la sirena, la bella sirena que siempre había deseado contemplar saliendo de las profundidades marinas.
        El también se quedó en traje de Adán y se metió en el mar. Se encontraron en el punto justo en que el agua les llegaba a la cintura. Se abrazaron, en un abrazo largo como toda la felicidad que se deseaban.
        Se hizo la noche y las estrellas empezaron a sonreir
ante la belleza del amor que allí se mostraba.
        Todas las dificultades habían terminado. Aunque lo habían pasado mal en sus contínuas ausencias, tras las palabras, a veces duras, a veces agrías, afortunada mente se había mantenido la esperanza, esa esperanza fue la que logró unirlos para siempre. Con ella, el dolor se esfumó como la niebla con la salida del sol.







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